07 febrero, 2012

La falacia de los biocombustibles


La utilización de biodiesel encarecerá los alimentos
La utilización de biodiesel encarecerá los alimentos
La cantidad de maíz necesaria para llenar de biodiésel el tanque de una camioneta alcanza para alimentar a una persona durante un año. Si se quisiera reemplazar todo el petróleo que se usa en los EE.UU. por biocombustibles, se necesitaría más del 120% de todas las tierras arables de ese país 

Hay por lo menos dos hechos evidentes o casi: la mayor parte de nuestro consumo de energía proviene de los combustibles fósiles, los cuales (salvo el carbón) se acaban, se encuentran en zonas políticamente volátiles o ambas cosas y son cada vez más caros. Además, al quemarse emiten gases de efecto invernadero y contribuyen al cambio del clima que ya empieza a notarse dramáticamente. 

El otro hecho es que el hambre de energía del mundo aumenta rápidamente, en la medida en que los países van avanzando en su "desarrollo" siguiendo las pautas occidentales, como lo están haciendo China e India, cuya población en conjunto implica el 40% de la humanidad. Digo: siguiendo las pautas occidentales, que son especialmente dispendiosas y derrochadoras de todos los recursos naturales, entre ellos la energía. 

Estos dos hechos chocarán, irremisiblemente. Entonces, es natural que se busquen soluciones alternativas. Una de ellas es la generación de energías llamadas "alternativas": la hidráulica y la nuclear, más un número de alternativas más remotas, como la energía geotérmica o mareomotriz, pero especialmente la eólica y la fotovoltaica (el viento y la luz solar). El uso de ambas formas de generación están avanzando velozmente, al ritmo de 20 a 40% anual; pero su participación en el total es aún bastante marginal, aunque la energía eólica lleva una importante ventaja y las grandes torres de los molinos eólicos ya están cubriendo importantes superficies y haciendo una contribución significativa al parque energético en ciertos países: Alemania, España, Dinamarca. 

En Argentina existe un recurso eólico envidiable en la costa patagónica, que hace que una máquina alemana produzca allí el doble de lo que produce en su patria, si es que aguanta la intensidad y el carácter arrachado de los vientos patagónicos, cosa para la cual no está diseñada. Nuestra industria está en condiciones de diseñar y construir generadores eólicos y venderlos en todo el mundo, y es de esperar que no perdamos esta nueva ocasión de ingresar en un mercado en rápida expansión: la ventana de ocasión es de no más de dos a tres años, así que debemos empezar enseguida. 

La generación fotovoltaica está más atrasada pero crece a mayor ritmo; es posible cubrir techos de edificios y grandes superficies con celdas fotovoltaicas y ya se alimentan así muchos lugares remotos, como observatorios climatológicos monitoreados a distancia. Los paneles fotovoltaicos casi no necesitan mantenimiento y no tienen partes móviles que se gasten, aunque aún sean caros y no sean tan ambientalmente "limpios" como se podría pensar porque su fabricación es una industria bastante contaminante. En España se construye el mayor "parque solar" del mundo, que suministrará 20 MW y ocupará 100 hectáreas. 

Pero la fuente de energía de la que más se habla en estos días y en la que más dinero se invierte es el biodiésel y otros biocombustibles que se pueden usar en vehículos de combustión interna, el más conocido de los cuales es el alcohol etílico absoluto. El biodiésel se fabrica por transesterificación de aceites vegetales sean de soja, de girasol, de colza o de maíz. El aceite comestible es sometido a un proceso químico que lo hace apto para ser quemado igual que el aceite diésel mineral; se puede mezclar con éste y tiene un poder calorífico parecido. 

Parece la solución perfecta: al quemarse genera CO2 pero, como es un producto vegetal, esa misma cantidad de CO2 se absorbe al crecer una nueva cosecha del aceite vegetal del que se fabrica. El balance es: cero emisión. Como yapa, los países que planten las especies aptas para producir biocombustibles podrán vender "derechos de emisión" a los otros, lo que les ayudaría a cumplir las ya insuficientes normas del Protocolo de Kyoto. 

El problema es que todo eso no es cierto, porque en la producción del biocombustible se consume energía y las cuentas no cierran tal como una mirada superficial lo haría presumir. Para producir los vegetales con suficiente rendimiento es necesario usar fertilizantes y pesticidas que contribuyen al balance de carbono; en la mayoría de los casos el balance energético es negativo y el de CO2, también. El resultado es que el gasto en combustible fósil o no que se necesita para producir el biodiésel es mayor que la cantidad de energía que se ha de recuperar en su combustión. Para diversas materias primas el costo energético neto es variable: para producir una unidad de bioenergía usando aceite de soja, se gastarían casi 2 unidades de combustible, teniendo en cuenta todos los gastos, inclusive aquellos derivados de la fabricación de fertilizantes y pesticidas. Si se fabricase alconafta a partir de maíz o de madera, la relación correspondiente sería 1,6 ó 1,3; o sea, se gasta más de los que obtiene. 

Otra falacia es la del precio. Es probable que el del petróleo y sus derivados siga aumentando; pero por ahora, el aceite crudo de soja, sin la transformación necesaria para que sea biodiésel, es más caro que el diésel común y los demás aceites lo son aún más. Pero eso es una cuestión estratégica y de contaminación, así que sólo encarecerá los alimentos.. 

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