12 abril, 2013

Carta a las madres y padres de niños y adolescentes hiperactivos

Carta a las madres y padres de niños y adolescentes hiperactivos


Por Enrique Gavilán (@enriquegavilan), médico de familia.
Estimadas Mª Elena, Mª Jesús, Teresa, Andrea, Nélida, Rosa, Mariví, Merche, Cristina, Inma, Eva, Angélica, Yolanda, Víctor, Laura…
Han pasado ya unos días tras la emisión del programa “Sobremedicados” en “Salvados”. Reconozco que ha sido una semana muy dura para mí. Asumía que tras lo dicho en la entrevista mucha gente, sobre todo compañeros de profesión, iban a sentirse señalados. Pero no contaba con que mis palabras pudieran dañar o causar dolor a tantas personas. Nada más lejos de mi intención. Vuestras palabras me han conmovido en estos días, y entiendo la desorientación, la frustración, incluso la furia que muchas de vosotras habéis sentido. No sé si pediros disculpas es suficiente; en todo caso, si lo hago es de todo corazón.
El TDAH es un trastorno reconocido y aceptado por la comunidad científica internacional. Nunca he dicho que no lo fuera. Sin embargo, no todo es consenso y unanimidad. Hay muchos grises entre el blanco y el negro. Son muchos los autores que han realizado revisiones críticas de la historia y del presente del mismo. Sus argumentos contribuyen a enriquecer su estudio, aportando perspectivas perfectamente válidas. En ellos me basé en la entrevista, y no en meras opiniones o especulaciones personales.
El TDAH está sobrediagnosticado. No me refiero a los errores en el diagnóstico, sino a que muchos de los afectados podrían haber tenido una vida perfectamente normal, feliz e integrada incluso sin haber sido nunca diagnosticados o tratados. El exceso de celo a la hora de etiquetar a niños y adolescentes hiperactivos ha creado una epidemia desproporcionada, y en un importante porcentaje de ocasiones puede haber ocasionado más desventajas que beneficios, además de muchos sufrimientos innecesarios. El sobrediagnóstico lleva parejo, en muchos casos, el uso de fármacos en personas en las que pueden ser más perjudiciales que útiles.
El TDAH ha sido objeto de multitud de campañas de concienciación. Muchas han sido llevadas a cabo con toda la mejor intención del mundo. Otras, por el contrario, han contado con visibles conflictos de interés no siempre bien explicitados. Y un número nada desdeñable de ellas han sido promovidas directamente por entidades y compañías con claro afán de lucro, que no han escatimado esfuerzos para desviar el foco de la atención de muchas familias afectadas hacia intereses que algunas veces distan de los que genuinamente todo progenitor quiere para su hijo.
El TDAH ha sufrido, además, una fuerte medicalización en los últimos años. El TDAH hunde sus raíces en la medicina, sí, pero también en lo social, lo cultural, lo educativo. Y por tanto las explicaciones y las soluciones a este trastorno no pueden venir sólo de la medicina. Parece más fácil encauzar el problema hacia la consulta de un médico que cambiar todo un modelo educativo y su engranaje con el sistema sanitario, lo cual lleva más de 30 años, por ejemplo. O que cambiar las políticas sociales para que las madres y padres podáis dedicar más tiempo a vuestros hijos sin que ello suponga ningún perjuicio social o laboral, por ejemplo. Ninguna respuesta, por sí sola, es 100% definitiva: medicalizar también tiene sus ventajas, pero no sale gratis. Si todos estamos dispuestos a asumir que la medicalización es la única respuesta posible también debemos asumir sus consecuencias.
Por todos estos motivos (sobrediagnóstico, sobretratamiento, medicalización), el TDAH, a juicio de muchos expertos, es un claro ejemplo de disease mongering, fenómeno descrito por la periodista Lynn Payer en 1992. Dado que esta expresión no tiene traducción directa al castellano, unos autores la han traducido como “tráfico” de enfermedades, otros como “promoción” de enfermedades y otros como “invención” de enfermedades. En el programa de Salvados, simplemente, utilicé una de ellas, por parecerme la que más fácilmente iba a ser entendida por todos.
La mecha que quise encender en la entrevista era la del debate sobre la medicalización de nuestras vidas, los conflictos de interés y la trasparencia y la ética en las relaciones con la industria farmacéutica. Son elementos clave que están encima de la mesa y que conviene debatir entre todos, con serenidad y profundidad, lo antes posible.
La salud no sólo de vuestros hijos, sino la de todos, está en juego. La de toda la sociedad.
Gracias por haberme escuchado.

1 comentario:

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