Gonzalo Casino
gcasino@cardiel.net
La medicina vista desde Internet y pasada por el saludable filtro del escepticismo.
Infoescepticismo
El periodismo médico tiende a la exageración. La desmesura está los genes de la información periodística como lo está el impulso de reproducción en el ADN biológico. Hay ya suficientes estudios que muestran que las noticias médicas adolecen de imprecisión, de sesgos, de incompletitud. Las limitaciones de espacio y tiempo, la influencia de la publicidad en el estilo periodístico y esa búsqueda imperiosa e irreflexiva de novedades y avances médicos espectaculares fomentan estas deficiencias. Hay, por supuesto, muchas otras razones, desde la falta de filtros y de conocimientos del periodista a la precarización del oficio de informar, pero no es el momento de ahondar en ellas. Muchos lectores ya saben que todo titular contiene una licencia para exagerar, pero probablemente ignoran otros mecanismos tanto o más importantes que conducen a la distorsión y la desinformación.
Las noticias médicas se han convertido en el destilado final de un
sofisticado engranaje promocional en el que participan investigadores,
clínicos, laboratorios, centros de investigación, revistas médicas,
asociaciones de pacientes, sociedades científicas y sus intermediarios.
El periodismo médico está siendo devorado por esta maquinaria
promocional a golpe de comunicados de prensa. Es tan fácil como débil
intelectualmente echar la culpa al periodista de las exageraciones, de
la falta de rigor y de la banalidad, pero lo cierto es que la
comercialización de la información infiltra todo el proceso de la
comunicación médica. Richard Smith, el añorado y brillante ex director
del BMJ, lo dijo muy claro en el titular de un artículo 2005 en PLoS Medicine: “Las revistas médicas son una extensión de la división de marketing de las compañías famacéuticas”. Un press release (también
una rueda de prensa) de un hospital, de una revista médica o de
cualquier otro agente ofrece por definición información interesada.
Lo que no saben y debían saber muchos lectores es que casi toda la
información de biomedicina está basada en comunicados de prensa. Hay
estudios que lo atestiguan, como el de Vladimir de Semir publicado en 1998 en JAMA, o el de Christopher Bartlett publicado en 2002 en BMJ, que mostró que el 100% de las noticias médicas publicadas en dos periódicos británicos tan diferentes como el Times y The Sun durante 1999 y 2000 estaban basadas en press releases. Así las cosas, el tiempo está dando la razón al New England Journal of Medicine,
la única entre las principales revistas médicas que no ha elaborado
comunicados de prensa semana tras semana para no condicionar la agenda
de los periodistas, lo que sin duda le ha restado visibilidad mediática y
los supuestos beneficios que lleva emparejados. El periodismo médico ha
degenerado de tal modo que muchas de las noticias reproducen hasta los
entrecomillados de estos comunicados, y sólo hay algún que otro atisbo
de autocrítica entre los periodistas (véase Science Reporting by Press Release, de Cristine Russell, publicado en Columbia Journalism Review).
Si no se remedia, el periodismo médico será engullido por la
comunicación. La crisis ha forzado a muchos periodistas a transmutarse
en comunicadores o, en casos más aislados, en profesores de periodismo,
que ahora están sacando a la luz las deficiencias de una profesión que
se repliega cuando quizá sea más necesaria que nunca. Contra lo que se
cree, prevenir no siempre es mejor que curar, y este es el caso de las
exageraciones en el periodismo médico. Son difíciles de prevenir
sencillamente porque hay demasiados intereses en juego. Por eso, es
vital que el periodismo médico que todavía queda se concentre en ofrecer
herramientas para la lectura crítica de la información. Y es necesario
también que los médicos fomenten este escepticismo informativo entre sus
pacientes?,
¿Es demasiado buena o demasiado mala esta noticia como para ser
cierta? ¿Me afecta esta noticia o se refiere a estudios en ratas? ¿Da
cuenta de un trabajo publicado en una revista de prestigio o de un
estudio preliminar presentado en un congreso? Este es el tipo de
preguntas que todo paciente o lector debiera hacerse. “Las exageraciones
están al servicio de muchos intereses”, subrayan Schwartz y Woloshin,
“pero no sirven al interés público”. Y en el periodismo, antes que nada,
debe prevalecer el interés público. Richard Smith me dijo en una
entrevista (El País, 1 de octubre de 2002)
que los medios “deberían explicar las dificultades de la información
médica y ayudar a la gente a ser consumidores exigentes de noticias”.
Esta es la responsabilidad compartida que tienen médicos y periodistas.
¿Y en cuanto a Escepticemia y otros blogs? Léanlos sin piedad y con tanto o más escepticismo.
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